38. IDEOLOGÍAS TRANSVERSALES.

 

El concepto de «transversalidad» en la política es bastante nuevo en Chile por lo menos y, seguramente, se usó inicialmente para designar aquellas ideas que permitieron la formación de alianzas políticas ya fueren de gobierno u oposición, en base a una plataforma común, que no impedía que las particularidades partidarias se expresaren fuera de ellas.

Recientemente la reaparición del liberalismo renovado y laico ha permitido que se piense en una relación «transversal» que cruce a varios partidos que podrían considerarse de centro derecha, vale decir RN, la DC y si no fuera por su actual disputa dentro de la Concertación, habría que agregar al PPD, probablemente.

Lo nuevo de esta coincidencia ideológica parcial es que permearía la estructura de poder de los partidos, sin afectarla, y permitiéndoles accionar libremente en el segmento del programa o de la ideología en que existe tal identidad ideológica.

Y lo que se dice del liberalismo renovado corresponde también al pensamiento marxista renovado que así podríamos llamarlo si no fuera porque su ideólogo Gramsci, diseñara su nuevo concepto estratégico para obtener el poder desde las cárceles italianas del gobierno de Mussolini, es decir hace ya más de 60 años.

En una nota anterior publicada en esta misma página me referí al renacimiento de Gramsci y a las vinculaciones que veía entre los grupos más radicales que alentaban la violencia en la población mapuche, con los estudiantes universitarios que ocupan las universidades para transformarlas en territorios en que no se aplique la institucionalidad burguesa, así como en algunas poblaciones marginales en que la ley del hampa se ha establecido a pesar de los esfuerzos policiales, porque grupos de no delincuentes, con formación ideológica sólida, y con pleno derecho a manifestarse en democracia, les brindan apoyo en el propósito común: sustraer «el territorio» al imperio de las leyes de la burguesía.

Esta penetración transversal del pensamiento de Gramsi, se observa y ahora se reconoce por el propio Gobierno ante la evidencia que tanto el FMR como el MIR, dentro de sus diferencias tácticas, se mantienen activos como para secuestrar personas en Brasil, organizados en «grupos de combate» de más de diez personas y con abundante financiamiento, recursos y apoyo de toda la malla de organizaciones revolucionarias extremistas que se extiende por el mundo, apoyados por países que les sirven de refugio y campos de entrenamiento.

El terrorismo dista mucho de haber sido derrotado no sólo en Colombia, sino que reverdece también en Perú, Ecuador, Brasil, Argentina y en nuestro país aunque sus cuadros se encuentren, por ahora, actuando en lugares donde obtienen más fácilmente financiamiento para sus actividades.

En Argentina, la situación es demasiado «fluida» para sacar conclusiones, pero las «asambleas vecinales» que han proliferado como respuesta a la ineficacia y a la corrupción de los políticos, son el mejor caldo de cultivo del marxismo renovado, ya que controlarlas, sería adquirir el poder político en la base del pueblo en vez de las cúpulas militares o políticas, asegurándose así la permanencia en la medida que los nuevos organismos mediáticos alcancen el rango de elementos culturales en una nueva Argentina. Ya hay quienes comparan las asambleas vecinales con los «soviets» de la revolución rusa.

Lo cierto, sin embargo, es que la propaganda ideológica no puede proscribirse en un país democrático y dentro de una sociedad bastante culta, como es Argentina, de manera que si los políticos tradicionales entienden el mensaje deberán ser capaces ahora de hacer algo que olvidaron: procurar obtener la adhesión del pueblo, luchando en los organismos mediáticos para reencantar a una población que quiere expresarse y no se siente interpretada por la clase política. Todo esto si ya no es demasiado tarde.

La subsistencia de la democracia representativa tal como la entiende el mundo occidental, requiere fortalecer los partidos políticos, pero también renovarlos para que, en vez de luchar sus dirigentes por adquirir posiciones de poder y grandes fortunas, estén dispuestos a dejar paso a quienes tengan vocación de servicio público.

La segunda fase será mantener su individualidad ideológica y programática a pesar de la transversalidad de las propuestas, que hoy se formulan bajo formas diferentes el liberalismo y el marxismo, las mismas ideologías que se enfrentaron en el siglo XIX, demostrando una vez más que no hay nada nuevo bajo el sol…

                                                                                                              Mario Alegría Alegría

 

Publicado en El Mercurio de Valparaíso,el 19 de Febrero del 2002

37. VIAJEROS Y TEMPOREROS.

Hace más de cuarenta años, cuando recién me iniciaba en las prácticas de la abogacía, un amigo me pidió que viajara a Chillán a arreglar un asunto de títulos y de testamentos en esa zona del país. Me dijo que se trataba de un campo a varios kilómetros de la ciudad.

Accedí de buen grado y pensando que me encontraría al llegar con una gran casa patronal rodeada de potreros extensos y llena de actividad. Por el contrario se trataba de un predio de secano, hacia la costa, en una de las zonas de Chile más afectadas por la erosión. La «casa del Fundo» era una modesta casa de campo en donde vivían dos hermanas solteras de avanzada edad, y que trabajaban el predio sin más ayuda que dos peones. Cierto es que el único cultivo que no fuera la chacra para el personal consumo, era un viñedo de uva del país que les permitía hacer un caldo de calidad dudosa que entregaban a viñas más grandes para implementar su elaboración.

Aparecía, sin embargo, como bastante obvio que, a pesar de la modesta extensión de la viña, la cosecha no la podían hacer dos peones solos y por eso me atreví a preguntarles cómo se las arreglabas en tiempo de vendimia. La respuesta de ambas hermanas fue casi a coro. Para eso están los «valijeros»! El término de ‘valijeros» me sorprendió y pedí que me explicara de quiénes se trataban. De inmediato me dijeron que, en tiempo de cosecha siempre pasaban por el camino trabajadores trashumantes con una maleta, bolso o valija si hombro ofreciendo sus servicios para completar la dotación necesaria para la vendimia. Algunos valijeros eran ocasionales y otros erraban todo el año de región en región, adaptándose al tipo de cultivos y al clima, llevando muchas veces al hombro todo su patrimonio, y entregando su vida al azar del camino, sin ninguna suerte de previsión ni protección social como no fuera la muy menguada que se daba a los indigentes.

El recuerdo de mi temprana experiencia profesional me ha venido a la mente al conocerse algunos detalles del accidente que costó la vida a más de diez personas y que dejó heridas a muchas más, entre ellos niños pequeños, que iban a ayudar a sus madres en la recolección de frutas en un trabajo temporero cerca de Gorbea. En efecto; esos hombres, mujeres y niños que iban a trabajar en una actividad de temporada ya no recorrían a pie los caminos del campo con su maleta al hombro sino que eran transportados en un vehículo no autorizado para el servido que prestaba al producirse el accidente; la empresa que los contrató no era tampoco el predio modestísimo a cargo de dos mujeres solas con un minicultivo de poco rendimiento, sino una explotación agrícola moderna implementada en todo lo necesario para hacerla rentable, pero, el trato a los temporeros, no estaba muy lejos que lo que la suerte deparaba a los antiguos «valijeros».

Hay deudas sociales que corresponde pagar a los sectores más desproteg,idos de nuestra nación, pero no debe ser toda la carga del Estado sino también de la conciencia de las personas que dirigen las empresas como la que contrató a los temporeros del bus accidentado.

Los pueblos no solamente se fraccionan y enfrentan por razones políticas, que ya esas las conocemos de sobra en nuestro país, con consecuencias más que dolorosas, sino también por la falta de solidaridad y de comprensión de las personas que dirigen algunas empresas en un país que se dice moderno.

Ha pasado casi medio siglo desde que yo supiera de los «valijeros», el campo chileno se ha modernizado y seguramente ya el pequeño predio que yo conociera no ha podido sobrevivir en un mundo altamente competitivo, pero no parece razonable que estas transformaciones no hayan beneficiado también a estos modestos trabajadores del agro nacional, que deben sentirse tan Injustamente tratados como entonces.

                                                                                                           Mario Alegría Alegría.

                                                                                                                          Abogado

 

Publicado en El Mercurio de Valparaíso, el 8 de Marzo de 1999

36. MAPUCHES, AYER Y HOY.

En nuestra historia ha sido emblemática la lucha de los mapuches en defensa de su independencia y de su forma de vida, desde las campañas de la conquista durante el siglo XVI y hasta el año 1881, en que se produjo la llamada pacificación de la Araucanía.

Los grupos de la misma etnia que ocupaban las pampas de la Cordillera, tampoco habían sido sometidos por el gobierno argentino y su propia «pacificación» la logró el General Roca algunos años antes, mediante lo que se llamó en Argentina la «Campaña del Desierto», que se inició pocos días después de la declaración de la Guerra del Pacífico, cuando Chile no estaba en situación de ocupar o defender la Patagonia en disputa.

La campaña del desierto significó, prácticamente, el aniquilamiento de los indígenas del sur argentino, mientras que los gobiernos chilenos, a pesar de los incontables abusos iniciales en la adjudiciación de las tierras, procuraron siempre proteger a los mapuches mediante la dictación de sucesivas leyes y la creación de juzgados especiales destinados, teóricamente, a impedir su despojo por los particulares.

Lo cierto es que las mejores intenciones a veces producen pocos y malos resultados y éste fue el caso hasta hace pocos años, ya que los títulos de propiedad otorgados por el Gobierno Militar no resolvieron los problemas de un pueblo básicamente cazador y recolector, acostumbrado a vivir sobre grandes extensiones de tierras.

Contribuyeron a hacer ineficaces las medidas, las especiales características de las instituciones mapuches, sin noción de estado y con jefaturas políticas o guerreras de pura contingencia. Esta falta de poderes centrales les permitió mantener una lucha de siglos contra el conquistador y no de pocos años, como fue el caso de los grandes imperios incásico y azteca, en que la caída del poder político quebró la resistencia del pueblo.

La cultura mapuche, relativamente atrasada con respecto a los pueblos del norte, ha permanecido muy parecida a la que existía al producirse la conquista española. En efecto, la existencia en comunidades ha impedido una transferencia fluida de las ideas y de la forma de vida del medio «chileno», para bien o para mal, según sea el punto de vista del observador.

La actual tendencia mundial a la defensa de las minorías étnicas y de sus culturas, dejando que sean solamente dichas minorías las que decidan su conveniencia, ha exacerbado los sentimientos de las comunidades autóctonas creando enclaves reacios a la integración.

No es ésta la ocasión de pronunciarse sobre la defensa a todo trance de lo autóctono por sí mismo o de lo actual y de sus seudo valores, pero es obvio que el problema radica allí y que no se resolverá en los próximos años.

Lo que si corresponde hacer, y eso no admite demora, es buscar una solución para los problemas de educación, de salud y de pobreza del pueblo mapuche que vive en las comunidades del sur, es decir, para el que no se encuentra integrado a la forma de vida de la mayoría nacional, como ocurre con algunos que incluso desempeñan relevantes cargos públicos.

Para aquéllos, desafortunadamente, no hay, por ahora, otro recurso que la «protección», ese término amplio y ambiguo, que sirvió de inspiración a las leyes dictadas en su beneficio desde los primeros años de la pacificación, pero justificada ahora en el reconocimiento de sus derechos y como forma de indemnizar los abusos del pasado.

Más tierras y apoyo económico y técnico para hacer rentable su explotación, ya que el pueblo cazador y recolector se ha hecho básicamente agricultor. Escuelas, hospitales y postas médicas y… por parte de nosotros, los «huincas», algo que a los chilenos nos cuesta mucho: aceptar la diversidad.

                                                                                               Mario Alegría Alegría

 

Publicado en El Mercurio de Valparaíso, el 9 de abril de 1999