15. CUANDO LOS FONDOS SE VAN.

Hace algunas décadas, en muchos hogares chilenos, privados todavía de las telenovelas, se escuchaba una obra de radio teatro llamada «Cuando los hijos se van», en que los actores sufrían el desgarro propio de la separación acompañado de llanto y gemidos que servían para entretener y sufrir junto con ellos a una audiencia un tanto morbosa.

Hoy bien podría escribirse otra saga parecida con el título de «Cuando los fondos se van» iniciada por el capítulo correspondiente al éxodo del «GT Chile Fund» con la venia de irnos 250 millones de dólares de los valores que poseía.

Hace más de un año, en una nota publicada también en estas Columnas, con el título «La otra riqueza» me referí al distingo que debe hacerse entre la inversión en empresas que producen bienes y servicios y aquellas otras que corresponden a transferencias bursátiles únicamente.

En efecto, es de todos conocido el enorme poder comprador de las APP en Chile y la forma limitada a escasas acciones llamadas «aefepeables» en que hasta hace poco podían invertir en nuestro 1 país y como las llamadas «compras institucionales’ de ellas, de las Compañías de Seguros y de los Fondos de Inversión, fueron elevando el precio de las acciones muy por encima del verdadero valor económico que representaban.

El mercado chileno se encareció en términos precio-utilidad de las acciones y era, desde entonces, de esperar que los inversionistas extranjeros que llegaron a Chile con el mercado «en el suelo», dirigieran la vista a mercados emergentes, menos maduro que el chileno, para trasladar su inversión. El proceso era absolutamente previsible y se podía anticipar, sin ser financista ni tener un post grado en economía, pero nada impidió que el «efecto G.T. Chile Fund» hiciera al menos temporalmente, caer la bolsa y subir simultáneamente el dólar ya que con razón se supuso que el dinero nacional obtenido en las ventas de las acciones, sería cambiado de inmediato en dólares para invertirlo en los mercados emergentes de Perú, México y Brasil que ahora aseguran mayores ganancias que Chile.

Los fondos de inversión extranjera llegaron cuando las circunstancias económicas chilenas eran otras, aunque pudiera preveerse que variarían a corto plazo y que los precios accionarios se elevarían en la medida que el ahorro de los trabajadores canalizados a través de las AFP y en montos de miles de millones de dólares se vaciaran al mercado.

Cuando se inicio el ingreso al país de la llamada inversión extranjera, no se distinguió entre la ‘buena inversión» dirigida a aumentar el producto con la instalación de fábricas, con la explotación de minerales, o la provisión de servicios indispensables, y la «mala inversión» especulativa que no contribuyó a producir un peso más, a menos que se compraran acciones recién emitidas para ampliar una actividad económica ya instalada. En los demás casos, este capital especulativo solamente significó ingresar algunos millones de dólares en divisas, cuando ya la situación de nuestras balanzas de pagos no los hacía indispensables. Ahora que el capital se multiplicó en pocos años por 6 u 8 veces, los fondos se retiran y se llevan también seis u ocho veces las divisas que ingresaron originalmente al país.

Este hecho se produce afortunadamente, en momentos en que existe un alto nivel de reservas y en que resulta conveniente quemar circulante y elevar moderadamente el valor del dólar aunque sea en forma temporal. Visto desde otro punto de vista, salen del país capitales que nunca produjeron en Chile otra cosa que dividendos y utilidades millonarias a los accionistas del fondo, así como remuneraciones jugosas a las administradores, refugiados, todos ellos en paraísos tributarios como las islas Caimán, en este caso.

¿Debió haberse distinguido según la naturaleza de la inversión? ¿Es éste un costo que debernos pagar por abrir nuestra economía? ¿Cuál es entonces la relación costo-beneficio? Como el personaje de una historieta popular ¿tendremos que exigir una explicación?

Mientras esto sucede, las declaraciones casi diarias de los agentes económicos procuran demostrar lo indemostrable en relación con el mercado bursátil, atribuyendo sus fluctuaciones a situaciones puramnente coyunturales, sin explicar también lo problemas de fondo de una economía débil y lábil como la chilena.

En efecto, en un país desarrollado la venta en bolsa, a lo largo de dos meses de un porcentaje aproximado al 5 por mil de los valores transados en el mercado, no causaría tanto quebrando y temor como el éxodo del G.T. Chile Fund.

Puede ser que la intención de los comentaristas económicos haya sido y siga siendo tranquilizar a la opinión pública mostrando solamente los índices económicos favorables sin poner en evidencia nuestras debilidades a fin de evitar una nueva caída de la bolsa que afecte aún más las pensiones de los imponentes del sistema de AFP, o el monto de sus cuentas individuales o de ahorro, pero lo cierto es que sería mejor que todos los chilenos tuviéramos conciencia de nuestras falencias y recuperáramos la actitud más bien circunspecta y sobria que nos caracterizó antaño, con olvido de la fanfarronería y liviandad actuales.

La lección, ojalá que sirva también a las AFP, que debieron advertir hace más de dos años que el mercado no podría seguir subiendo como lo había hecho, para trasladar una mayor proporción de sus inversiones a valores de renta fija, para así, olvidándose de las rentabilidades pasadas del 13 ó 14% anuales, asegurar a sus afiliados al menos un 5 ó 6% de reajuste en vez de tratar ahora de explicarles por qué sus pensiones en vez de mantenerse en el tiempo o incluso subir, este año disminuyeron en términos reales.

 

Publicado en el diario El Mercurio de Valparaíso el 6 de agosto de 1996

 

 

Mario Alegría Alegría

 

 

 

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