43. MIS NIETOS Y LA DEMOCRACIA.

 

Chile es un país democrático porque los chilenos mayores de 18 años pueden participar en la vida política de la nación. La libertad es respetada y se convive en paz». Ediciones Santillana Ciencias integradas, 4º año de educación básica.

Hace unos días, una de mis metas de 10 años, luchaba tenazmente por aprender de memoria esta definición, así como otras relativas a la Constitución y a los Poderes Públicos en nuestro país. Gracias a su excelente memoria, no me cabe duda que pudo salir airosa en ese recitado de frases y hasta aprender los nombres de los Jefes de los poderes públicos y, que obtendría, en su momento, una buena nota. Otro de mis nietos de igual edad, y en el mismo curso, se enfrenta, entretanto, con sus dificultades de memoria, quizás heredada del autor de estas lineas a quien siempre le costó el recitado de las definiciones. Sus probabilidades de éxito eran menguadas.

No quiero opinar acerca de todo el programa y de los libros en que éste se desarrolla, que se reparten entre dos o tres editoriales recomendadas por los profesores. Los textos tienen hermosas y muy decidoras explicaciones y figuras que en mi niñez había que examinar a hurtadillas en libros, «autorizados sólo para mayores de 21 años».

Pero sí, quisiera decir algunas cosas respecto de lo que alguna vez aprendí y enseñé acerca de la organización Política, de la democracia y de su evolución histórica en nuestro país y recordar que la Educación Cívica era un ramo del penúltimo año de la enseñanza media algo así como el tercero medio actual y no del cuarto año básico.

Parece plausible que estos conocimientos se quieran ahora, trasladar a la enseñanza básica para que quien no continúa su formación escolar, tenga nociones acerca de la organización del Estado en Chile. Pero, tratar de enseñar estos temas a niños de diez años, me pareció absurdo y revela en quienes prepararon el programa de estudios, muy escasa versación en materia de formación de los niños, con perdón de los títulos y diplomas que seguramente decoran las paredes de sus hogares y oficinas.

Para quienes somos padres y abuelos y hemos consagrado a la docencia parte importante de nuestras vidas aunque sin tener preparación pedagógica sistemática, la educación debe formar tanto más que informar, sobre todo tratándose de niños pequeños.

En efecto si entendemos la cultura popular como el diccionario de la lengua, es «conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional del pueblo» con lo que resulta ser mucho más importante cultivar los valores de la democracia que entregar algunas definiciones huecas para ser aprendidas de memoria.

Históricamente, la democracia aparece cuando se incorporan al sentir de los pueblos occidentales algunos valores cristianos y otros laicos que confluyen para crear el ambiente propicio para que se establezca como sistema político.

lTalvez esta opinión que no recoge su antecedente histórico lejano en a pseudo democracia griega por su aceptación de la esclavitud, reciba más de una crítica de historiadores y cientistas políticos, pero los hombres y mujeres comunes entendemos la democracia como la consagración de la igualdad de los seres humanos, del afecto por los semejantes y la tolerancia de la diversidad como base de convivencia social, sin la cual aquélla sería un ente puramente formal.

En otros términos, el Cristianismo con su mensaje acerca de la igualdad de los hombres frente al creador, abandonando el concepto del pueblo elegido de Dios en favor de cualquier pueblo que acepte y venere el Dios único, echa las bases de la igualdad, uno de los valores fundamentales de la democracia.

La consideración por los demás tiene vertientes religiosas y filosóficas tanto en el mensaje cristiano «ama a tu prójimo como a ti mismo», como en Kant cuando proclama sus imperativos morales.

Después el pensamiento laico, único que en este punto podía trascender los fundamnentalismos religiosos del siglo XVIII, proclama la tolerancia, enunciando de este modo las bases intrínsecas de la democracia. En efecto, quien acepta la igualdad de los hombres cualquiera que sea su origen y color de piel y acepta además la diversidad de pensamiento y tolera uno y otro, está dispuesto también a tolerar, aceptar y a respetar las minorías. Este respeto por las minorías mipide el abuso de las «mayorías democráticas» a las que, a veces, se ha visto «pasar la aplanadora» sobre los vencidos en las urnas.

Estas bases fundamentales de la democracia en los países con sistemas políticos maduros forman parte de sus culturas que han incorporado sus valores como manifestación de su vida tradicional y esto es lo que deberían aprender y practicar los niños, ya sea en clases de ciencias o de lo que sea, pero no, definiciones que no entienden.

El proceso constitucional no es necesariamente democrático y si bien las constituciones fueron la primera línea de defensa contra el poder absoluto su verdadera culminación en la democracia representativa, que es lo que se quiere mostrar a los niños del 4º año básico, no es producto de la evolución constitucional sino al revés: los grandes valores por los que el hombre ha luchado han permitido perfeccionar las instituciones políticas.

Por eso creo que a mis nietos en vez de enseñárseles de memoria definiciones de difícil comprensión, debería inculcárseles los valores fundamentales de la democracia. la igualdad del prójimo, el amor a éste y la tolerancia para la diversidad.

Cuando los niños entiendan que los demás, pobres o ricos, hermosos o feos, inteligentes o torpes, negros o blancos, son sus semejantes, no por su aspecto ni por el dinero de su familia, sino por su condición humana simplemente, y, que la diversidad deben respetarla para que también se acepte su propia opinión y que estén dispuestos a escuchar para ser escuchados, serán entonces ciudadanos de una democracia y no, por haber cumplido 18 años, como lo expresa la definición y parecen estar convencidos los autores del texto.

 

Mario Alegría Alegría.

 

Publicado en El Mercurio de Valparaíso, el 2 de Julio de 1998

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