89. CALIDAD TOTAL Y SOLIDARIDAD TOTAL.

En la edición del Diario «El Mercurio» de 9 de noviembre se publica un interesante artículo acerca de la calidad total en que su autor don Carlos Neely analiza algunos de los factores que en el Japón permitieron que se aplicara con éxito este sistema básicamente por el norteamericano William Demming.

El espíritu de superación y el patriotismo japonés, habrían sido los factores principales de este exitoso estilo de producción de bienes y servicios que llevó al Japón a la situación de gran potencia económica actual.

En este último tiempo, varias voces, especialmente entre los empresarios, se han alzado para invitar a nuestros connacionales a repetir la experiencia japonesa para salir del subdesarrollo, ya que para agregar valor a nuestras exportaciones y hacerlas competitivas en mercados exigentes, es indispensable alcanzar niveles de excelencia que satisfagan a los consumidores de los países desarrollados.

Creemos que la invitación a imitar a los países triunfadores es plausible, pero también nos parece propio dejar en claro características de la sociedad nipona que contribuyeron al éxito del sistema y que en Chile estamos muy lejos de poseer.

En materia educacional por ejemplo, todos los niños japoneses tienen una densidad horaria en las escuelas públicas equivalentes a 1.6 veces las horas de clase semanal que se imparten en las escuelas públicas o municipalizadas en Chile y, lo que es aún más importante, en esas escuelas se cuenta con las comodidades y equipos necesarios para impartir la enseñanza en un excelente nivel, por profesores motivados y con sueldos que les permiten vivir con las comodidades propias de un país desarrollado y totalmente insertos en la sociedad nipona.

A esas escuelas van tanto los hijos de los ejecutivos de las empresas como los de los empleados más modestos ya que a la educación privada sólo pueden acceder los hijos de la más escogida élite económica en razón de su costo elevadísimo.

Por otra parte, altos ejecutivos y empleados, es decir todo el personal de la empresa, llega al lugar de trabajo, no en lujosos automóviles sino después de un largo viaje en tren o en metro, generalmente de pie y bastante comprimidos por los demás pasajeros, es decir, con un sacrificio que se acepta como natural porque se comparte de capitán a paje.

En este punto pareciera innecesario resaltar las diferencias en Chile entre el jefe que viaja en automóvil y el empleado que lo hace en la locomoción pública con riesgos y demoras muy distintos, y entre la educación que se imparte a los hijos de unos y otros en los colegios particulares más prestigiados y en las escuelas municipales más modestas, debido, sobre todo, al diferente equipamiento y a la cantidad de horas de clase y/o actividades extraprogramáticas que benefician a los estudiantes de los colegios con más recursos.

Todas esas circunstancias, en conjunto, y la tradición, que ahora se va abandonando, de asegurar las empresas japonesas el empleo permanente a su personal hasta su jubilación, aun a costa de grandes sacrificios económicos, creó dentro de estas corporaciones un sentimiento de gran solidaridad.

Difícilmente podría dame en Chile esta comunidad de intereses sino en contadas empresas, ya que en la mayoría, los sueldos en los niveles ejecutivos son entre 30 y 50 veces superiores al salario del empleado más modesto, mientras que en Japón tal diferencia es a lo más de 1 a 8.

Además, los ejecutivos nacionales, al no existir en el marco cultural nacional el concepto de «empleo para toda la vida» no trepidan en hacer economías mediante reducciones de personal, si ello les permite exhibir una baja de costos frente al directorio de la empresa, poniendo en práctica los principios de la economía de mercado, sin ninguna consideración de orden social.

Respecto de la auténtica democratización que posibilita la oportunidad para todos de acceder a una enseñanza de alta calidad, que a su vez permite una parecida igualdad de oportunidades en la inserción en la actividad laboral, produce también una sociedad solidaria, muy lejos de la actual condición de nuestro país dividido profundamente, no por motivos ideológicos como alguna vez lo estuviera, sino por causa de una distribución del ingreso y de las oportunidades que ha producido una sociedad con profundas desigualdades que no hacen sino aumentar en el tiempo.

Cabe aquí hacer algunas consideraciones breves acerca de la solidaridad que es un término que se usa con excesiva frecuencia y, que para muchas personas se traduce en erogaciones a corporaciones de béneficiencia o proyectos de ayuda social, todo lo cual evidentemente resulta loable en un país en el que un porcentaje muy alto de su población requiere ayuda urgente para sobrevivir.

Pero, solidaridad es mucho más que eso, es sentirse al lado de los que lo necesitan y actuar, en consecuencia, con una debida comprensión de los problemas que afligen a las personas con quienes se pretende ser solidario. No es el vistazo al vuelo de un campamento de los que rodean a las mayores ciudades dé Chile, ni tampoco una invitación a compartir as privaciones sino el conocimiento integral de las carencias de estos sectores de la población nacional. Es estar a su lado para desde allí proyectar la ayuda integral que se requiere para salas diferencias extremas entre Chile con buenos indicadores macro económicos y el otro Chile que, afectado por los desequilibrios en la distribución, nunca entenderá porqué si en 1995, como país, tenemos una renta per cápita de US$5.000, a él le llega tan poco.

En esas condiciones nuestro país no puede aspirar al desarrollo que sustentan otras economías, porque falta la equidad y la solidaridad, que se logran no solamente con medidas de los gobiernos con leyes, sino una toma de conciencia de todos chilenos en el sentido de que este efuerzo por la justicia social no es un problema que deba ser resuelto por consideraciones de simple altruísmo, sino una inversión de alta rentabilidad para evitar las tensiones y el recrudecimiento del extremismo y la violencia que ya se están formando en los problemas más serios de nuestra convivencia como demuestran sin excepciones, todas las encuestas de opinión.

Mario Alegría Alegría
Publicado en El Mercurio de Valparaíso el 19 de Noviembre de 1995

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