18.- LOS RICOS, ¿SE HACEN CADA VEZ MÁS RICOS?

 

 

 

 

 

 

 

El título pareciera corresponder a una glosa del informe del economista Hugo Fazio sobre los resultados de la distribución del ingreso en Chile durante el año recién pasado pero… es, traducido, el título de un recuadro del artículo que, sobre la situación en Estados Unidos, se publicó recientemente en una edición del «Newsweek».

La pregunta que surge de inmediato es ¿hasta dónde es propio comparar las cifras cuando en el país del norte el ingreso per cápita para el año pasado se estima en US$ 14.696 mientras en Chile • (también estimado) habría sido de US$ 4.700?

Es obvio que no es posible hacer un análisis fino de la distribución del ingreso y de las circunstancias que pueden hacerla regresiva, a partir de unas pocas variables. El resultado que se obtenga será meramente aproximado, pero, aun con esas limitaciones, el autor de esta nota, se ha sentido tentado a resaltar algunas similitudes entre ambos países, que llaman la atención y que a lo mejor ayudan a orientarse respecto de las tendencias mundiales de las políticas económicas y sociales.

En Estados Unidos y en Chile, los gastos del estado para atender las funciones que le son propias, incluyendo la seguridad y asistencia social son proporcionalmente semejantes, ya que representan aproximadamente un 25% del producto interno bruto, o dicho en otros términos, de cada 4 dólares o pesos que produce cada país, uno lo recauda el fisco para aplicarlo, entre otras cosas, al pago de los servicios públicos y al gasto social.

Estas cifras pueden compararse con el 40% del PIB que consume el estado en Francia, con el 50% en Alemania y con el 60% que invierte el estado en Suecia.

Todas estas cifras son aproximadas, pero permiten visualizar la diferencia entre los llamados «estados benefactores» como son los europeos con una clara tendencia socialdemócrata y los países en que no se asumen integralmente estas tareas, ya sea porque el desarrollo de la economía no lo permite, como es la situación de Chile y de la mayoría de las economías emergentes, o por convicción doctrinaria, como es más bien el caso de Estados Unidos, ejemplo de la libre empresa.

Si comparamos ahora las cifras del informe Fazio con las del «Newsweek» encontramos las siguientes semejanzas:

En Estados Unidos, el ingreso de las familias situadas en el último quintil de la escala, es decir, de las más pobres, entre los años 1970 y 1990 creció, en términos reales, en 2.9% mientras el quinto más opulento incrementó sus ingresos en 31.3%. Si afinamos el análisis, se concluye además que el 5% de los más ricos, aumentó en 35.3% sus ingresos en el mismo lapso.

A pesar de esta situación de evidente iiijusticia en Estados Unidos, la mayoría de los índices que permiten medir el bienestar social, se incrementaron considerablemente. Las expectativas de vida pasaron de 70.8 años (en promedio) a 75.7% años, la población que accedió a la educación media subió en porcentaje del 55% al 81% y la que accedió a grados académicos básicos subió del 11% al 22% y lo mismo ocurrió en al menos una docena de Itemes que normalmente se usan para medir el bienestar.

El informe Fazio para nuestro país admite diversas lecturas, una incorrecta, que permitiría sostener que en Chile los pobres son cada vez más pobres, o la correcta, que significa que la condición de los pobres mejora pero en forma muy lenta ya que el índice de remuneraciones reales del trabajó subió el año pasado en nuestro país solamente en 4.1%. Mientras tanto la productividad media por trabajador ocupado creció el 7.1% en el mismo período, con lo cual, un 3% del aumento de productividad incrementó el ingreso de los más ricos que aportan, básica y casi exclusivamente, sus capitales para la producción.

Si se quisiera hacer otra comparación entre el aumento de las remuneraciones reales del 4.1% con el aumento del PIB calculado en más del 8% para 1995, la justicia distributiva sale aun peor parada.

Por su parte, un parlamentario, a la vez conocido eéonomista, comentando el informe, agregó que entre 1992 y 1994 el 10% de las familias chilenas más pobres no solamente no progresó sino que «las cifras indican que vieron disminuir su ingreso per cápita en 4.3%.»

Cierto es que, el reducido «bienestar» si así podemos llamarlo, de los pobres en Chile, no solamente se mide por su ingreso en dinero sino en servicios que el estado les presta gratuitamente, en salud, educación y eventualmente en vivienda, pero tales complementos resultan absolutamente insuficientes para quienes reciban jubilaciones mínimas o asistenciales que son más de un millón de chilenos cuyos ingresos son inferiores al salario mínimo.

A pesar de lo dicho si se analizan por ejemplo, los índices de morbilidad, de mortalidad infantil, y de expectativas de vida para la población en general, se ve que dichos índices han variado favorablemente, incluso para el sector más desposeído, en lo que la situación se asemeja a lo ocurrido en Estados Unidos.

En todo caso, para unos y otros el progreso no llega sino a gotas, aunque el país crezca a buen ritmo con índices macroeconómicos que hagan sonreír complacidos a quienes dirigen las finanzas públicas.

La comparación que estamos haciendo con la situación en Estados Unidos, tiene que observarse con las limitaciones que, desde un comienzo anotamos: En ese país los más ricos se han hecho mucho más ricos en los últimos veinte años y en Chile ha ocurrido lo mismo, hasta el punto que al menos 4 familias chilenas tienen un lugar en la lista que confecciona «Forbes» de los más ricos del mundo con patrimonios superiores a los mil millones de dólares.

Nuestra política económica ha pretendido, en los últimos veinticinco años, que el mercado asigne los recursos destinados a la inversión salvo en los sectores o servicios reservados como parte de la actividad subsidiaria del estado; y el resultado ha sido bueno desde el punto de vista de la macroeconomía. Sin embargo ya es hora que así como los norteamericanos con espíritu crítico se preocupan porque en su país, la mayoría del ingreso se dirija a los que no alcanzan a gastarlo, también los chilenos nos preocupemos no sólo porque nuestros millonarios encuentren cabida en la lista de «Forbes», sino porque el espectáculo de las poblaciones marginales y de nuestros pobres, figuren en las portadas de las revistas de noticias, como demostración de que el tigre sudamericano es apenas un tigre de papel, como alguna vez se dijera de los Estados Unidos.

La pregunta que correspondería después de estas reflexiones, tanto para los estadounidenses como para los chilenos, podría enunciarse así: ¿No será que los tigres de papel solamente son capaces de tener economías «de mercado» pero no «sociales de mercado»?

                                                                       Mario Alegría Alegría

 

Publicado en el Diario Mercurio de Valparaíso 15 de mayo 1996

17.-PADRE E HIJO.

 

 

 

 

 

Al conocer recientemente las declaraciones del diputado don Jorge Schaulson relativas a su alejamiento temporal de la política para dedicarse a la actividad privada, me viene a la memoria un hecho acaecido hace más de treinta años, cuando la entonces Escuela de Derecho de la Universidad de Chile celebró con especial realce sus cincuenta años de existencia.

La ocasión se prestaba para una celebración en grande ya que su director don Victorio Pescio Vargas había logrado el sueño de su vida, tener un gran edificio construido a todo lujo en donde ahora se alberga la Rectoría de la Universidad de Valparaíso, la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, la Escuela de Derecho, Edeval, la imprenta de la Universidad y mucho más.

Por entonces el edificio con su aula magna y con la radioestación era sede exclusivamente de la Escuela de Derecho y de la Escuela de Servicio Social, pero la administración correspondía solamente al Director de la Escuela de Derecho, quien ademas disponía de un considerable patrimonio independiente de la Universidad de Chile que le había permitido adquirir gimnasio, internados, bus propio y mantener importantes depósitos a plazo en los bancos de la ciudad.

Y todo esto, el señor Pescio lo había conseguido con un largo trabajo a nivel político, porque la Escuela de Derecho, de Valparaíso, había sido beneficiada largamente con diversas leyes o disposiciones especiales dictadas en su exclusivo beneficio que le habían permitido construir el gran edilicio que todavía tiene rastros de su esplendor pasado, y disponer de recursos que no soñaban con tener aún las mayores escuelas de derecho del país.

Don Victorio Pescio había logrado la adhesión a tal propósito, de varios parlamentarios de la región como don Luis Bossay Leiva y don Vasco Valdebenito y tambien de otros que representaban a diversas regiones del país como era el caso del padre de don Jorge Schaulson, el antiguo militante radical don Jacobo Schaulson,

Presidente de la Cámara de Diputados quien también servía, con brillo, una cátedra en la Escuela de Derecho de Santiago de la Universidad de Chile. Probablemente la doble condición de parlamentario y profesor de la misma Facultad de Derecho y ciencias Sociales de la Universidad de Chile a que pertenecía el señor Pescio lo llevaron a impulsar, con su personal prestigio, los proyectos en beneficio de la Escuela porteña.

Naturalmente, se invitó a la celebración del cincuentenario a todos los parlamentarios que habían hecho posible cristalizar las aspiraciones de la Escuela y también al gran acto de clausura en el Aula Magna, junto al público que la llenó completamente, entre el cual se contaba el autor de esta nota.

Todo funcionó muy bien hasta el discurso del Director de la Escuela don Victorio Pescio Vargas, profesional de amplia cultura, profesor y autor talentoso pero …. de carácter y actitudes, absolutamente impredecibles y quien ese día lo demostró a todo el auditorio cuando se lanzó en una áspera crítica a la clase política y los políticos, es decir en contra de aquéllos con cuya colaboración había podido realizar el gran proyecto de su vida.

El exabrupto totalmente inexlicable nos cogió a todos de sorpresa y llenó de justa indignación a los parlamentarios presentes en el acto, quienes, sin esperar siquiera la terminación del discurso, abandonaron la Sala encabezados por el Presidente de la Cámara de Diputados y padre del actual parlamentario del mismo apellido, don Jacobo Schaulson.

Me parece recordarlo en ese momento, saliendo a la cabeza de los parlamentarios irritados con lo que estimaron un injusto pago por sus desvelos en beneficio de la Escuela y de su Director, una absoluta falta de comprensión para la labor que realizaban poniendo en ella, seguramente, lo mejor de sus esfuerzos.

Hoy que el hijo de don Jacobo Schaulson abandona la política para retirarse a la vida privada, cabe preguntarse, ¿está actuando como su padre, sintiéndose injustamente maltratado por su propio partido o esta acción que va mucho más del abandono de un acto por importante que fuere, es el desencanto acerca de la política y de los políticos chilenos?

De lo que no cabe duda es que don Jorge Schaulson, parece tener el mismo temple de su padre y su misma entereza para demostrar su descontento frente a lo que estima un trato injusto.

Mario Alegría Alegría

15. CUANDO LOS FONDOS SE VAN.

Hace algunas décadas, en muchos hogares chilenos, privados todavía de las telenovelas, se escuchaba una obra de radio teatro llamada «Cuando los hijos se van», en que los actores sufrían el desgarro propio de la separación acompañado de llanto y gemidos que servían para entretener y sufrir junto con ellos a una audiencia un tanto morbosa.

Hoy bien podría escribirse otra saga parecida con el título de «Cuando los fondos se van» iniciada por el capítulo correspondiente al éxodo del «GT Chile Fund» con la venia de irnos 250 millones de dólares de los valores que poseía.

Hace más de un año, en una nota publicada también en estas Columnas, con el título «La otra riqueza» me referí al distingo que debe hacerse entre la inversión en empresas que producen bienes y servicios y aquellas otras que corresponden a transferencias bursátiles únicamente.

En efecto, es de todos conocido el enorme poder comprador de las APP en Chile y la forma limitada a escasas acciones llamadas «aefepeables» en que hasta hace poco podían invertir en nuestro 1 país y como las llamadas «compras institucionales’ de ellas, de las Compañías de Seguros y de los Fondos de Inversión, fueron elevando el precio de las acciones muy por encima del verdadero valor económico que representaban.

El mercado chileno se encareció en términos precio-utilidad de las acciones y era, desde entonces, de esperar que los inversionistas extranjeros que llegaron a Chile con el mercado «en el suelo», dirigieran la vista a mercados emergentes, menos maduro que el chileno, para trasladar su inversión. El proceso era absolutamente previsible y se podía anticipar, sin ser financista ni tener un post grado en economía, pero nada impidió que el «efecto G.T. Chile Fund» hiciera al menos temporalmente, caer la bolsa y subir simultáneamente el dólar ya que con razón se supuso que el dinero nacional obtenido en las ventas de las acciones, sería cambiado de inmediato en dólares para invertirlo en los mercados emergentes de Perú, México y Brasil que ahora aseguran mayores ganancias que Chile.

Los fondos de inversión extranjera llegaron cuando las circunstancias económicas chilenas eran otras, aunque pudiera preveerse que variarían a corto plazo y que los precios accionarios se elevarían en la medida que el ahorro de los trabajadores canalizados a través de las AFP y en montos de miles de millones de dólares se vaciaran al mercado.

Cuando se inicio el ingreso al país de la llamada inversión extranjera, no se distinguió entre la ‘buena inversión» dirigida a aumentar el producto con la instalación de fábricas, con la explotación de minerales, o la provisión de servicios indispensables, y la «mala inversión» especulativa que no contribuyó a producir un peso más, a menos que se compraran acciones recién emitidas para ampliar una actividad económica ya instalada. En los demás casos, este capital especulativo solamente significó ingresar algunos millones de dólares en divisas, cuando ya la situación de nuestras balanzas de pagos no los hacía indispensables. Ahora que el capital se multiplicó en pocos años por 6 u 8 veces, los fondos se retiran y se llevan también seis u ocho veces las divisas que ingresaron originalmente al país.

Este hecho se produce afortunadamente, en momentos en que existe un alto nivel de reservas y en que resulta conveniente quemar circulante y elevar moderadamente el valor del dólar aunque sea en forma temporal. Visto desde otro punto de vista, salen del país capitales que nunca produjeron en Chile otra cosa que dividendos y utilidades millonarias a los accionistas del fondo, así como remuneraciones jugosas a las administradores, refugiados, todos ellos en paraísos tributarios como las islas Caimán, en este caso.

¿Debió haberse distinguido según la naturaleza de la inversión? ¿Es éste un costo que debernos pagar por abrir nuestra economía? ¿Cuál es entonces la relación costo-beneficio? Como el personaje de una historieta popular ¿tendremos que exigir una explicación?

Mientras esto sucede, las declaraciones casi diarias de los agentes económicos procuran demostrar lo indemostrable en relación con el mercado bursátil, atribuyendo sus fluctuaciones a situaciones puramnente coyunturales, sin explicar también lo problemas de fondo de una economía débil y lábil como la chilena.

En efecto, en un país desarrollado la venta en bolsa, a lo largo de dos meses de un porcentaje aproximado al 5 por mil de los valores transados en el mercado, no causaría tanto quebrando y temor como el éxodo del G.T. Chile Fund.

Puede ser que la intención de los comentaristas económicos haya sido y siga siendo tranquilizar a la opinión pública mostrando solamente los índices económicos favorables sin poner en evidencia nuestras debilidades a fin de evitar una nueva caída de la bolsa que afecte aún más las pensiones de los imponentes del sistema de AFP, o el monto de sus cuentas individuales o de ahorro, pero lo cierto es que sería mejor que todos los chilenos tuviéramos conciencia de nuestras falencias y recuperáramos la actitud más bien circunspecta y sobria que nos caracterizó antaño, con olvido de la fanfarronería y liviandad actuales.

La lección, ojalá que sirva también a las AFP, que debieron advertir hace más de dos años que el mercado no podría seguir subiendo como lo había hecho, para trasladar una mayor proporción de sus inversiones a valores de renta fija, para así, olvidándose de las rentabilidades pasadas del 13 ó 14% anuales, asegurar a sus afiliados al menos un 5 ó 6% de reajuste en vez de tratar ahora de explicarles por qué sus pensiones en vez de mantenerse en el tiempo o incluso subir, este año disminuyeron en términos reales.

 

Publicado en el diario El Mercurio de Valparaíso el 6 de agosto de 1996

 

 

Mario Alegría Alegría