En un mundo gobernado por los economistas y por el poder económico que ha desplazado al poder politico, creo que es bueno que el común de la gente que no ostenta siquiera un pregrado en administración o economía, trate de explicarse el endiosamiento del mercado como asignador de recursos y su responsabilidad en las crisis del mundo actual.
En efecto, ahora que todo el espectro político en nuestro país, con excepción de la izquierda comunista, rinde pleitesía al mercado con mayor o menor entusiasmo, vale la pena reflexionar si éste asignador de recursos ha funcionado en beneficio de las personas. Cierto es que, para la teoría económica existe un valor económico absolutamente independiente de los valores morales, pero parece propio que la reflexión del común de las personas incorpore estos últimos para evaluar el sustento social de aquélla.
Tomamos para nuestro análisis profano algo que a nuestro país toca muy de cerca, la minería del cobre. En los últimos quince años se han invertido ingentes capitales especialmente venidos del extranjero para explotar minerales de baja ley que, gracias a las actuales técnicas, producirían cobre a costos, en algunos casos apenas superiores a 40 centavos de dólar la libra, cuando CODELCO, con dificultades logra en promedio hacerlo a unos 60 centavos, después de muchos esfuerzos de racionalización y cuando la pequeña minería, tiene un costo de equilibrio de aproximadamente 95 centavos por libra de cobre fino.
Según los defensores del sistema económico en boga, el mercado asigna los recursos en la mejor forma posible, utilizando, obviamente la información existente sobre el consumo actual y considerando las expectativas del consumo futuro en base a múltiples variables. Como los grandes proyectos se desarrollan a lo largo de varios años, fue posible determinar cuál sería la producción de cobre y su probable consumo a medida que los grandes yacimientos entraran en producción.
De esta forma, se supo perfectamente en los círculos financieros que desde 1998 existiría una sobreproducción la que, debido a las propias leyes del mercado, bajaría los precios y que este mismo mercado seguiría sobre abastecido hasta más allá del año 2.010, aún cuando la economía mundial siguiera creciendo al ritmo del año 1997. Es decir, el mercado, no sólo se anticipó a la demanda sino que voluntariamente sobrepasó el abastecimiento a sabiendas que bajarían los precios y que solamente subsistirían los productores «eficientes» que produjeran con costos muy bajos, porque todos los «productores marginales» tendrían que cerrar sus minas.
La crisis asiática no ha hecho más que adelantar los plazos y agravar la situación para esos «productores marginales» entre los que se cuenta la pequeña y a poco más, la mediana minería chilena. Si el resultado que algunos produzcan barato son miles de cesantes no es un problema que preocupe al mercado y si la crisis se agrava y obliga a cerrar las minas «caras» de CODELCO, aumentando la cesantía y disminuyendo aún más los recursos fiscales, tampoco estos problemas quitan el sueño a quienes manejan el mercado.
Cierto es que nuestro país, con su débil economía, no estaba en situación de negarse a recibir la inversión en la minería del cobre, pero tiempo es que, los que pensamos que las personas son más importantes que las cosas, por lo menos, nos atrevamos a calificar de pernicioso un sistema económico que no asuma el destino del hombre como primera prioridad.
Esta posición será tanto más necesaria cuando muchos economistas advierten sobre una agudización de la crisis, como consecuencia de una eventual recesión en Estados Unidos y de una segura recesión en Gran Bretaña.
En efecto, hace algunos días «The Economist» analiza tres factores que siempre han estado presentes en las crisis económicas de este siglo y de las cuales, al menos dos se advierten en la economía de los países señalados. No nos referiremos sino a uno de ellos que nos parece el más relevante y que se observa en la economía de ambos países. El mercado» se entusiasmó» hace seis o siete años con el aumento de las ventas de las grandes corporaciones y éstas hicieron enormes inversiones para bajar sus costos y aumentar su productividad, conducta que se ha transformado en verdadero paradigma no solamente en esos países sino en economías pequeñas como la de nuestro país. Invertir para producir más y a menor costo, ya que el consumo seguirá creciendo.
El resultado ya ha comenzado a observarse en ambos países, los stocks sin vender se han acumulado y en el último trimestre del año pasado y en el primer trimestre de este año, las utilidades de las grandes empresas han bajado significativamente. Hasta cuándo podrán acumular existencias?. Bajarán su producción y despedirán empleados?. Si eso ocurre en Estados Unidos y Gran Bretaña, que hasta ahora sirven de soporte al consumo de las materias primas junto con la Comunidad Europea ¿que efectos tendría en el intercambio mundial?.
Si así sucediere, el pronóstico no podría ser más sombrío, pero si de esta crisis resultara un acuerdo mundial para un mundo efectivamente solidario en que el mercado no sea un Dios, sino solamente uno de los muchos factores de la economía, quizás valdría la pena que los malos presagios se cumplieran.
Así tal vez se morigere el «capitalismo salvaje» denunciado por la Iglesia Católica tanto como por el humanismo laico, para dar lugar a un sistema económico que privilegie la calidad de vida de la humanidad, antes que el crecimiento descontrolado de la productividad destinada a aumentar las utilidades de pocos antes que el bienestar de la mayoría.
MARIO ALEGRIA ALEGRIA