Cuando se leen las cifras que reflejan el comportamiento de la economía. parece que los actores tanto del sector público como el privado, estuvieran esperando que existan señales muy claras, más bien que se enciendan las alarmas antes de actuar.
Entre tanto, el gobierno, preocupado, por un lado de mantener difíciles equilibrios macroeconómicos en un año previo a las elecciones presidenciales, y por el otro, de dar cabida a las expectativas de los partidos que lo sustentan, se esfuerza por demostrarnos que este año la economía crecerá 2.8 a 3 por ciento para justificar el aumento del gasto fiscal en un porcentaje ligeramente inferior.
Así mismo para disminuir el déficit fiscal, no incluye en las cuentas los balances de las empresas del Estado y olvida sus obligaciones de atender la situación patrimonial del Banco central que, al momento de la crisis de los años 83-85 se aviniera a prestarle dinero con un interés bajísimo y con un plazo superior a cualquier operación con bonos del estado.
Sabe además el Gobierno, perfectamente que los ingresos tributarios han bajado y que lo seguirán haciendo en el curso del año, pero no se resigna a disponer ahora un recorte mayor en el gasto fiscal, al parecer para no ahondar más la depresión. Sin embargo, hay gastos que se pueden reducir sin provocar mayor contracción de la demanda y son todos aquellos que se realizan fuera del país. Viajes, Embajadas extraordinarias, agregados innecesarios a nuestras representaciones diplomáticas, vehículos para el uso de funcionarios fiscales, todos estos gastos puede que no sean de gran magnitud, pero si su supresión se transforma en política de estado, constituiría un ejemplo de sobriedad para los particulares que, seguramente, los conduciría a limitar también los consumos superfluos que, no afectan sino sectorialmente al comercio de importaciones ya que generalmente corresponden a productos que no se fabrican en Chile.
Con los particulares ha ocurrido al revés, no creen en los augurios del gobierno y tienen temor de invertir por la eventualidad de un recupero tardío y con escasa utilidad, por lo que prefieren la cobertura cierta del depósito bancario en Chile o en el exterior.
Desoyen el llamado de los dirigentes de la industria y del comercio que invitan a reactivar la actividad económica ya invertir con cautela, pero a invertir, para retomar el estilo empresarial que nos puso, por algunos años, a la cabeza del desarrollo en América Latina.
Ojalá que el gobierno y los particulares actúen cada uno en la dirección que aconseja la cordura para impulsar de nuevo la economía y disminuir así la actual cesantía que corroe los cimientos del una sociedad ya afligida por males tan graves como la delincuencia, la drogadicción y la corrupción.
Publicado en el diario El Mercurio de Valparaíso el 16 de Julio de 1999
Mario Alegría Alegría