Parece que hoy estuviera de moda referirse a los derechos ancestrales para reclamar el patrimonio de remotos antepasados cuando no existen títulos claros para hacerlos valer ante los tribunales. Lo cierto es que se usa un galicismo como sustituto de atavismo, que según el diccionario es «la semejanza con los abuelos o antepasados, herencia de sus caracteres», con lo que se extrapola la genética para aplicarla al derecho de propiedad.
Sin embargo, reconociendo la dinámica del lenguaje, tenemos que convenir que la discusión de árabes y judíos en palestina para determinar quien seria dueño del territorio, según la data de ocupación de la región para una u otra rama semítica, el mundo actual la entiende como lucha por los derechos de esos pueblos basados en la antigüedad de la ocupación. Igual cosa ha ocurrido con las reclamaciones de los mapuches en la región de la Araucania, en que sus dirigentes fundamentan sus pretensiones en la ocupación y población originales, para pedir la devolución de sus tierras, sin que hasta ahora ninguna autoridad se haya siquiera referido a la verdad histórica. En efecto, desde hace, por lo menos sesenta años, historiadores, etnólogos y antropólogos han llegado o la conclusión de que la ocupación por el pueblo mapuche de parte del territorio chileno, ocurrió no más de dos o tres siglos con anterioridad a la conquista española y que ellos se introdujeron como una cuño entre picunches y huilliches que habitaban el salle central por lo menos diez siglos antes. Es decir, los mapuches provenientes del este desplazaron a los pacíficos pueblos primitivos, empujando o los picunches al norte y a los huilliches al sur y, en consecuencia, quienes podrían alegar su condición de primeros pobladores son esas etnias y no la mapuche.
El trato dado o los mapuches a uno y o otro lado de lo cordillera por los gobiernos republicanos fue bastante desconsiderado, pero en el lado chileno, a pesar de lo campaña del ejercito iniciada en 1881, del sistema de reducciones y de los abusos. el pueblo mapuche creció hasta ser hoy más de medio millón de personas. En el lado argentino, la politica fue distinto. Desde la Campana del Desierto, como se le llamó o la violencia desatado por el ejército argentino en contra del pueblo mapuche, a cargo del entonces coronel Roca, al iniciarse la Guerra del Pacífico, dio un resultado que está a la vista. En Argentina no se sabe de mapuches que aleguen derechos ancestrales para recuperar las grandes y ricas estancias de la pampa y de la Patagonia, porque la etnia no existe como tal, yo que sucumbió ante un plan de «civilización» muy, distinto al chileno.
No queremos sostener que deba mantenerse la actual desmedrada situación del pueblo mapuche, sino que, por el contrario, debe prestársele la ayuda y el socorro que merecen todos los chilenos que sufren actualmente de privaciones como las suyas, pero sin considerarlos en una situación de privilegio como ellos pretenden. En efecto, bueno sería que para demostrar a los actuales «loncos» que la república no ha sido tan perniciosa como ellos sostienen, se investigara la condición de los antiguos huilliches que viven al sur de la Araucania y de las diversos etnias que poblaron Chiloé, muchos de los cuales conservan también el orgullo de sus mayores y sus usos y costumbres, junto a háhitos de trabajo que les han permitido mantener las tierras en manos de sus familias por muchas generaciones, así como acrecentar sus rebaños, sin recurrir a la violencia para presionar a las autoridades.
Los pueblos autóctonos han sido abandonados por gobiernos de todas las tendencias, a pesar de haber tenido algunos representantes en el parlamento, pero nunca nuestras autoridades han prohibido, como en algunos naciones europeas, el uso de su lengua ni la práctica de sus ritos y costumbres. Muchos de los actos abusivos en contra de los mapuches tienen el mismo propósito de apropiación de las tierras que afecto a los descendientes de españoles empobrecidos.
Por otra parte, los poderes públicos al producirse lo ocupación de la Araucania, procuraron, con tina frondosa aunque poco eficaz legislación, defender a los mapuches del espíritu de lucro excesivo de quienes llegaron a poblar la nueva frontera con algo del espíritu del Far West norteamericano. Sin embargo, lo que hizo la diferencia fue que el Estado de Chile creó los Juzgados de Indios y los defensores que debían representarlos para impedir los abusos, lo que, en alguna medida, impidió la extinción del pueblo mapuche. o diferencia de lo que ocurrió en la región austral, en que desaparecieron las etnias autóctonas por la ninguna protección del Estado frente a la codicia de los estancieros.
Se trata de favorecer el desarrollo de las etnias primitivas, preservando su cultura, pero en el entendido de que forman parte de un solo estado, que procura atender sus necesidades. El requerimiento a la violencia puede explicarse aunque no justificarse en un pueblo que, como el mapuche, en su momento, despojó de sus tierras a sus pacíficos detentadores, pero el Estado, por su parte, no puede desentenderse de su obligación de mantener el sistema institucional, actualmente afectado, ya que se corre el riesgo que la violencia se extienda, si sentirse implícitamente autorizada, con consecuencias que todos lamentaríamos.
Mario Alegría Alegría
Publicado en El Mercurio de Valparaíso, el 2 de Febrero del 2001