Desde hace varios días, el Chile triunfalista de la última generación, que acostumbraba hablar alto y dar lecciones de eficiencia y productividad al resto de la América morena, ha visto apagarse la luz en el país desde Taltal hasta Chiloé.
¿Imprevisión, falta de inversión en centrales térmicas, descoordinación de las empresas generadoras de electricidad, falta de conciencia gubernamental acerca de la gravedad del problema e improvisación de la autoridad al enfrentarse a él? Lo más probable es que concurran varias de ellas para demostrar nuestra verdadera «inferioridad económica» ya vislumbrada por Encina a comienzos del siglo en la obra que lleva ese nombre.
Hay ciertos hechos indesmentibles: Chile tiene una gran capacidad potencial para la generación hidroeléctrica, pero condicionada al régimen pluvial.
La alternativa es la producción de energía termoeléctrica, usando carbón de buena calidad, petróleo o gas natural, elementos que poseemos en muy escasas cantidades. Descartarnos la generación atómica por sus riesgos, su costo y por el abandono que de ellas comienza a hacerse.
El resultado es el que ahora sufrimos: no hemos sido capaces de preparar el país para una emergencia como la actual, sin contar con las que nos pueda deparar el destino, si la sequía se prolonga.
Las autoridades sostenían hasta hace unos meses que no nos afectaría la crisis asiática por la existencia de sólidas reservas de divisas y por nuestros equilibrios macroeconómicas. obviando, como estudiantes del primer curso de economía, que nuestro desarrollo se basa en las exportaciones, que ellas constituyen un tercio de la renta nacional y que están mayoritariamente constituidas por cobre, harina de pescado, madera y celulosa; que los países asiáticos constituyen el mercado para un tercio de ellas, así como que los precios de las materias primas han sido siempre los más afectados en las crisis mundiales.
El resultado lo tenemos a la vista: el cobre, a poco más de 70 centavos de dólar la libra; la tonelada de celulosa a poco más de cuatrocientos; la harina de pescado, escasa por falta de captura pesquera y con el precio también en el suelo.
A los países «grandes» por el número de habitantes y por su renta «per cápita» les resulta posible estimular su economía incentivando el consumo interno, porque su mercado nacional es poderoso y puede absorber gran parte de la producción.
¿Qué puede hacer Chile en la misma contingencia? Nada parecido, porque si estirnula el consumo ahonda aún más el abismo entre las exportaciones y las importaciones y crea una situación insoportable para la balanza de pagos. En consecuencia, el Banco Central, no tiene más alternativa que frenar el consumo, con una alta tasa que acarrea baja en la producción, y aumenta la cesantía y la intranquilidad social.
Y para completar el cuadro y traernos a la realidad de país pequeño, pobre y con escasa o ninguna influencia en la política mundial, estamos asistiendo al espectáculo de un ex mandatario nuestro retenido por una orden judicial que acoge la petición de un juez de primera instancia de Madrid, de conocida filiación política, que pretende asumir el papel de ejecutor de la justicia mundial y extraterritonal cuando se trata de un régimen autoritario de derecha pero que no desea ni se atreve a juzgar las tiranías socialistas.
¿Por qué esto le ocurre a Chile? Porque lo que se hace con los países pequeños no se hará nunca con las grandes potencias.
Estos hechos deben llamarnos a la reflexión para asumir la modestia de nuestras capacidades. No somos ni grandes ni poderosos, pero podemos aspirar a ser un país esforzado que asuma sus deficiencias y que procure compensarlas con la calidad de su población y con la unidad nacional. Pidamos a los hombres públicos que al igual que en la república portaliana sean respetables para ser respetados y, a estos y a los que controlan las grandes finanzas en Chile que recuerden que no es solidario un país en que el 1096 de la población de mayores ingresos recibe el 52,9% de la renta nacional, mientras el deci1 más pobre, solamente accede al 1,3%.
Si la juventud actual aún no comprometida ni interesada en la política, se siente capaz de afrontar este desafío, seguramente participará en la construcción de una nación pequeña, pero solidaria y gobernada por los mejores.
Mario Alegría Alegría
Pulicado en El Mercurio de Valparaíso, el 25 de Noviembre de 1998