62.¿EXISTE UNA NUEVA ECONOMÍA?

En una nota del autor de la presente publicada en «El Mercurio» del 23 de marzo de 1995, y titulada «La otra riqueza» me referí, por oposición a ía riqueza bursátil basada en expectativas cuando no en utopías, a la riqueza que se mira, se palpa y da empleo a gentes de trabajo que crean la parle más significativa de nuestro PIB, y después, en marzo de 199S. en «Crónica de una crisis anunciada» comenté la crisis mundial que se veía venir, absolutamente previsible con la información que se poseía en ese momento,

Nov. al saberse entretelones del escándalo de Eron Corp, en Estados Unidos, pienso que fuera de lo que todo el mundo conocía, había antecedentes en poder de una minoría ineacrupuloas en esa nación, que hizo posible que algunos ganaran mucho dinero mientras que miles de inversionistas y de empleados de la empresa perdieran el dinero de sus jubilaciones, invertidos en acciones que en tres meses pasaron a valer de 34 dólares a menos de uno.

Los que ganaron y que ahora son sometidos al juicio de la opinión publica de EE.UU., son los políticos que recibieron 2 millones 400 mil dólares como ayuda en las elecciones del 2000, los patrocinadores financieros de Eron, entre ellos Citigroup y J.P.Morgan, que ganaron miles de millones de dólares en comisiones, y las cinco mayores firmas de auditoría de EE.UU., que dieron su visto bueno a balances que ocultaban miles de millones de deuda y declaraban suculentas utilidades inexistentes que permitían entregar dividendos interesantes para mantener el valor de la acción, mientras eso durara.

La forma de valorar los activos de Eron es ahora ampliamente cuestionada, ya que mientras las normas contables de las sociedades anónimas en Chile las regula y dirige la Superintendencia correspondiente. en EE.UU. fueron entregadas a un organismo privado, la «Junta de Normas Financieras Contables», que no resistió el «lobby» de los auditores externos que al mismo tiempo eran consultores de las grandes empresas en una doble condición que evidentemente está reñida con la independencia que se requiere para auditar una contabilidad, y que les procuró cientos de millones de dólares en utilidades éticamente muy discutibles.

Control existía, por parte del Gobierno de EE.UU., para evitar también la actuación dual de los grandes bancos como prestadores de dinero y como intermediarios, con la ley Glass-Steagall de 1933, promulgada inmediatamente después de la crisis del 29 para evitar que se reprodujeran las malas prácticas financieras y contables que facilitaron su ocurrencia, pero este obstáculo desapareció con la derogación de dicho cuerpo legal en 1999, por la presión de los interesados en ampliar sus negocios sin medir riesgos.

Liberadas asi de regulaciones. las grandes corporaciones de Estados Unidos, han actuado con extrema libertad en sus inversiones lo que ahora empieza a reflejarse en los resultados que, independientemente de la caída del consumo, se han visto condicionados por la sobreexposición de empresas que tuvieron acceso al dinero fácil de la nueva economía.

Pero la pregunta que nos hacemos en el título seguiría quedando sin respuesta: ¿Existe en el hecho una nueva economía?

El desarrollo de las tecnologías y de las empresas «punto com», del mercado de capitales y de las transferencias millonarias «al pulsarse» una tecla del computador. la formación de grandes uniones económicas y la necesaria interdependencia de los mercados ¿quedó a cubierto de los riesgos de la «vieja economía»?.

La respuesta cada vez más dudosa si se observan los grandes barómetros: EE.UU., la Unión Europea, Japón y el grupo de países en desarrollo del oriente, e incluso la emergente China, que este año nefasto para las otras economías crecerá más del 5 por ciento. En efecto, una de las variables más usadas para analizar la economía, de las naciones, el mercado bursátil, está sufriendo contracciones propias de las economías en depresión y cuyos indices comparados con las de los valores en EE.UU. después de la depresión del año 29, entre los años 30 y 33, se asemejan peligrosamente. En uno y otro caso, se produjeron alzas a veces significativas, pero que fueron seguidas por caídas más profundas, hasta llegar a la sima de 1933 ¿Sucederá lo mismo ahora?

Pareciera, por … que la nueva economía, en los aspectos de mayor riesgo. sigue siendo muy parecida a la vieja economía, ya que una y otra deptenderá, no solamente de las leyes del mercado de las políticas económicas de los estados, sino del comportamiento ético de algunos actores y de las aspiraciones y temores de la mayoría de personas que, son, en ultimo termino, los verdaderos sujetos de la economía.

                                                                                                           Mario Alegría Alegría

 

Publicado en El Mercurio de Valparaíso, el 29 de enero de 2002

61. ¿TOLERANCIA O DEBILIDAD?

Los regímenes democráticos se caracterizan por representar la mayoría del voto ciudadano, o sea la voluntad popular, pero, también, por el respeto a las minorías, a quienes se permite expresar libremente su pensamiento. Estos principios tienen amplia protección constitucional y legal y resultaría aburrido,cuando no ocioso, referirse a aspectos de la legalidad que son harto conocidos por nuestra nación.

En otros términos, no hay democracia si la mayoría no acepta y tolera la diversidad de opiniones y de ideologías, en tanto éstas y aquellas se expresen sin alterar el orden público. ni afecten el honor y/o el patrimonio de las personas o del Estado.

Es por eso que en la vida diaria de los países europeos y más aún en los Estados Unidos se observan reuniones en las calles con gritos y pancartas de quienes disienten de las políticas del gobierno de turno o de las decisiones de los empresarios que agravian a los trabajadores. Lo más grave que suele ocurrir en estos casos es que simultáneamente se manifiesten corrientes contrarias de opinión y que la fuerza pública deba intervenir para separar a los más exaltados, como nos mostró la television que ocurría hace poco más de un año, frente a la casa donde se encontraba detenido en Gran Bretaña el general Augusto Pinochet. Probablemente en las últimas manifestaciones en contra del proceso de globalización, es en Dallas donde se haya observado mayor violencia de los asistentes, pero sin voluntaria destrucción del patrimonio público o privado.

Diversa, sin embargo, es la situación que nuestro país ha vivido en los últimos meses y recientemente. Los estudiantes secundarios, algunos de ellos seguramente mayores de edad, y en número de varios miles, dirigidos por organizaciones, algunas que se dicen de carácter gremial y otras francamente políticas, han invadido las calles céntricas de Santiago y protagonizado acciones de increíble violencia para protestar, con razón o sin ella, por el cobro de los pases estudiantiles para la locomoción colectiva.

Ha habido destrucción del patrimonio público, por más de treinta millones de pesos, y de los particulares, por automóviles pateados y con los cristales rotos a pedradas y por ventanas destruidas del vecindario inmediato, de difícil cuantificación. Cientos de muchachos detenidos, pero nunca sancionados por los delitos de daños o de agresión y/o lesiones a Carabineros, porque la opinión del Jefe del Estado es que en democracia «hay que dejar que los jóvenes se manifiesten».

Cosa parecida ocurre en las provincias del Sur, en que grupos mapuches perfectamente individualizados irrumpen en propiedades privadas, inscritas a nombre de sus actuales dueños, las que ocupan y en que además de destruir las instalaciones o averiarlas, explotan la madera y disponen de ella. Es decir, cometen claramente el delito de usurpación sancionado en los artículos 457 y siguientes del Código Penal, delito de acción pública que los tribunales deberían perseguir de oficio y aún antes que eso, que el Estado estaría obligado a impedir mediante el uso de la fuerza publica, cuando se observa la inminencia del riesgo, como ha ocurrido en estos últimos meses.

Sin embargo, la orden de desalojo, si llega a darse, ocurre después de más de un mes de cometido el delito, y el Gobierno, en vez de pedir la designación de ministros en visita en la zona en conflicto, en donde claramente la subversión del orden público lo amerita, constituye una y otras mesas para dialogar con los transgresores de la ley.

Los menores y los mapuches ya tienen leyes que los protegen asegurándoles casi la impunidad a los primeros y a los segundos privilegios que ya querrían los habitantes de las poblaciones irregulares que rodean las ciudades chilenas o los jubilados con pensiones irrisorias que no tiene fuerzas ni ánimo para protestar, ocupando lugares públicos o privados para ejercer la suerte de presión que obligue al Gobierno a preocuparse prioritariamente de sus problemas.

Desafortunadamente, con estos hechos la sensación que se produce en la opinión pública es que el Gobierno en estos casos actúa o deja de actuar como lo hace no por proteger la tolerancia como valor propio de la democracia, sino por debilidad, o lo que es peor, porque no tiene clara la actitud que corresponde a su autoridad. De ahí al deterioro real de la democracia, hay un paso extremadamente corto, que conduce a la ingobernabilidad que, a su vez, es el peligro más serio para el sistema que dice defender.

Portales decía que el Gobierno debía ser respetable para ser respetado, enunciado válido en un tiempo en que la estabilidad institucional solamente podían alterarla los cuerpos armados, pero, ahora, seguramente, habría añadido que el respeto a la autoridad exige que ésta actúe con mucha prudencia, pero siempre con firmeza, para asegurar la correcta aplicación de la ley.

La economía se desarrolla en las dictaduras por la imposición de políticas económicas a veces muy dolorosas. En la democracia se exige mucho menos: conocer las reglas, que éstas se apliquen con eficacia y que exista la tranquilidad necesaria para que los capitalistas inviertan y los consumidores gasten, sin temor a que se enseñoree la violencia en la vida nacional.

                                                                                                            Mario Alegría Alegría

Publicado en El Mercurio de Valparaíso, el 25 de Abril del 2001

60. LOS VILLANCICOS DE LA LIBERTAD.

 

 

Es bien sabido que en determinadas ocasiones o fiestas en que se celebran hechos que han tenido especial relevancia para el destino de un pueblo y a veces para la evolución histórica de la cultura occidental, los espíritus se conmueven por el valor simbólico que representan. Véase si no, el ambiente de fiesta marcial de los diecinueve de septiembre en Chile, cómo se ve hermoso el cielo y la cordillera nevada y cómo al son de las marchas con que se desarrollan los desfiles, los niños y los grandes sentimos cierta vanidad y orgullo por nuestro pasado y nuestros héroes que sacrificaron sus vidas cumpliendo más allá del deber descrito en las ordenanzas. Si esto ocurre en septiembre, Navidad es la ocasión del reencuentro con los sentimientos fraternales, con la caridad y con la comprensión de las debilidades de los demás, y con el amor, ese amor que trasciende el sexo y la familia, que abarca a la humanidad toda, a partir del niño nacido en el Belén de los cristianos, el Bethlehen de los judíos o el Beit Lahnn de los árabes, pero que, expresado en el idioma de todos los pueblos occidentales, es el símbolo de lo bueno y también de la liberación de los pobres y de los oprimidos.

A estos confusos sentimientos, que nos embargan en esas y otras ocasiones, no son ajenos los jueces, hombres y mujeres al fin, que por mucho que pongan la ley por encima de sus sentimientos y que, como la justicia, pretendan ser ciegos ejecutores de ella, no pueden sustraerse al ambiente que los rodea fuera de los tribunales, en las calles y en sus hogares. La música, el arreglo de las vitrinas, la algarabía de los niños, y el tráfago incesante que congestiona las calles y avenidas.

Esto resulta tan cierto que estadísticarnente, al menos hasta hace pocos años, las excarcelaciones bajo fianza otorgadas a los procesados aumentaban en número en las fechas cercanas a Navidad.

Esto lo sabían los abogados con experiencia que reservaban los casos difíciles de excarcelar, en los que las resoluciones siempre habían sido negativas, para hacer un nuevo intento en fecha cercana a Navidad lo que más de una vez resultó ser una fórmula exitosa.

Desde los años treinta y por varias décadas don Robinson Alvarez fue un abogado criminalista de renombre, conocido además por haber sido presidente del Colo Colo en varios períodos.

Era don Robinson de baja estatura, más bien delgado, de claros ojos azules y de un humor chispeante, según sus amigos, ya que yo penas si lo vi algunas veces cuando venía a la Corte de Valparaíso, en ocasiones que un cliente importante lo requería. Era también el señor Alvarez un hombre ingenioso y con imaginación, cualidades que mucho ayudan al thogado cuando se agregan a un buen conociniento del derecho, como ocurría en este caso.

Yo no fui testigo de la anécdota que relato a continuación, porque es bastante anterior aún la época que iniciara mis estudios de Derecho, pero la escuché  de labios del antiguo funionario de la Corte de Apelaciones, de Valparaíso, don Carlos García Gómez, Bachiller en leyes que ilustró con su experiencia y buen criterio a muchos de los jóvenes estudiantes que pasarnos por la secretaría del Tribunal.

El edificio de la Corte de Apelaciones no era el actual ubicado en la Plaza de la Justicia sino otro bastante más modesto, de apenas dos plantas y situado casi frente a la estación Bellavista de Ferrocarriles. La poca altura del edificio hacía que sus salas de alegatos se encontraran cercanas al nivel de la calle. En una de esas salas don Robinson tendría que alegar para solicitar, por enésima vez, que se otorgara la excarcelación bajo fianza a uno de sus clientes a quien el Tribunal de primera instancia se la había negado reiteradamente.

Esta vez la apelación se dedujo calculadamente muy cerca de Navidad y la causa la, conoció la Corte justamente en la víspera de esa fecha. Terminada la relación y apenas inició el señor Alvarez su alegato en favor de la excarcelación de su defendido, se escuchó, a través de las ventanas del Tribunal, el primero de varios villancicos de Navidad que tocaba un modesto organillero de esos que aún quedan en escaso número péro que por entonces recorrían regularmente las calles de nuestras ciudades. De ese modo, mientras el abogado se refería a la inocencia de su defendido aún no demostrada cabalmente, por lo que se mantenía su condición de procesado, y de la angustia de su familia que lo esperaba en el hogar para celebrar con él su libertad y la Navidad, los sones de la música callejera, acompañaban como telón musical sus argumentos y sus peticiones.

Puede haber sido una casualidad pero, junto con terminar su alegato se acabó el último villancico, el dueño del organillo se lo echó al hombro y siguió su ruta callejera y, el defendido de don Robinson obtuvo su libertad bajo fianza, tantas veces denegada.

Lo que nunca se supo fue si había sido una mera coincidencia la presencia del organillo y sus melodías  en esa víspera de Navidad o si había mediado un contrato suscrito por el habilidoso abogado para obtener la música de fondo,pero lo cierto fue que, sin lugar a dudas, para el reo excarcelado, estos fueron los villancicos de la libertad. 

                                                                                        Mario Alegría Alegría

 

Publicado en El Mercurio de Valparaíso, el 8 de Agosto de 1997